"...Pero al mismo tiempo todo era distinto. Nunca había existido, hasta entonces, esa docilidad mecánica, fría, no participativa, que dejaban traslucir el tono de su voz e incluso los chirridos de los muelles de la cama y el roce de la colcha aplastada. Antes todo sucedía en el interior de una nube de inspirada rapidez, de embriagada inconsciencia, de cómplice locura.
A veces, cuando la mente está absorta en algún pensamiento profundo, sucede que colocamos un objeto cualquiera, un libro, un cepillo, un zapato, en un sitio determinado y, luego, pasada la enajenación, lo buscamos en vano durante horas y horas hasta que, por fin, lo hallamos en los lugares más insospechados, casi inconcebibles, ya que a menudo precisan de un notable esfuerzo físico para alcanzarlos: encima de un armario, en un rincón escondido, dentro de un cajón. Así me había sucedido hasta ahora con el amor". (El desprecio, Alberto Moravia)
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Precioso fragmento. Me ha hecho pensar en este:
ResponderEliminar"...Pero al mismo tiempo todo era distinto. Nunca había existido, hasta entonces, esa docilidad mecánica, fría, no participativa, que dejaban traslucir el tono de su voz e incluso los chirridos de los muelles de la cama y el roce de la colcha aplastada. Antes todo sucedía en el interior de una nube de inspirada rapidez, de embriagada inconsciencia, de cómplice locura.
A veces, cuando la mente está absorta en algún pensamiento profundo, sucede que colocamos un objeto cualquiera, un libro, un cepillo, un zapato, en un sitio determinado y, luego, pasada la enajenación, lo buscamos en vano durante horas y horas hasta que, por fin, lo hallamos en los lugares más insospechados, casi inconcebibles, ya que a menudo precisan de un notable esfuerzo físico para alcanzarlos: encima de un armario, en un rincón escondido, dentro de un cajón. Así me había sucedido hasta ahora con el amor". (El desprecio, Alberto Moravia)